Algo sobre lo
que se habla y se escribe mucho hoy en día es acerca de si los emprendedores, personas
que pese a las adversidades encaran la vida con entusiasmo y determinación, nacen
o se hacen. Durante años he leído y escuchado las opiniones de expertos, conferenciantes
o empresarios de éxito, sobre cómo se pueden potenciar las aptitudes
emprendedoras de las personas desde la escuela, en casa, en el trabajo, etc.
Todos ellos
muestran una serie de aptitudes comunes que les describen y diferencian como emprendedores:
son capaces de asumir riesgos en su andadura, se muestran insistentes, perseverantes y luchadores para sacar hacia adelante
su proyecto, suelen ser personas curiosas
que buscan la originalidad, la diferencia y la innovación, por ello también son
sumamente creativos y, sin duda,
deben ser empáticos y tener don de
gentes, para poder vender bien su idea al resto de la sociedad.
Soy
empresario, de los que ha aprendido a emprender a base de carácter, esfuerzo y
gracias a una buena formación, pero también soy padre de tres niños. En casa y
no en la escuela de negocios es donde he podido comprobar cómo ellos, los más
pequeños, son quienes tienen todas esas aptitudes emprendedoras que veríamos en
el mejor de los referentes empresariales, de forma absolutamente innata.
Son capaces de asumir riesgos
constantemente, ¿Quién no les ha visto tentando su suerte y poniendo los dedos
en los enchufes?, siempre intentan subirse a cualquier sitio por alto e
inaccesible que parezca y no paran de caerse hasta que aprenden a caminar, porque
en seguida quieren alzarse de nuevo para seguir con sus propósitos. Son realmente
insistentes, casi incansables y capaces
de derrumbar a cualquiera, ¡cuando quieren algo no hay quien les pare! Por
supuesto la curiosidad está entre sus
características, siempre preguntan el porqué de las cosas: “¿Esto qué es? ¿Cómo funciona?”.
Son infinitamente creativos y son
los únicos capaces de pintar algo que todavía no han visto, ¡las paredes de mi
casa o el mismo sofá darían buena cuenta de ello! Y definitivamente empáticos, porque los niños son capaces
de hacer reír a cualquiera, ablandando el corazón más rígido con tan sólo una
sonrisa.
Tras esto sólo
me queda una cosa clara, debemos trabajar más para que nuestros pequeños no ‘desaprendan’
esas aptitudes emprendedoras tan valiosas o tendremos que estar formándoles de
adultos en lo que les hemos quitado a través de una educación rígida y
encorsetada. Ellos son nuestro futuro y esa inversión inicial por fomentar su
espíritu emprendedor puede ser clave para determinar quiénes serán los hombres
y mujeres del mañana.
Cristian Rovira
Vicepresidente Grupo SIFUPublicado Expansión - 31/10/13
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