Vivimos tiempos de lo políticamente correcto, solo podemos asentir, la discrepancia, incluso desde la lealtad y la educación, es vista como una agresión. Cada vez más la sociedad se parece a las estructuras de los partidos donde el debate se castiga con la exclusión. El interpelante es visto con recelo, ¿Por qué retrasa mi marcha de este acto al que yo solo había venido a saludar? ¡Qué afán de protagonismo¡
Es interesante ver como han evolucionado las asambleas, juntas y eventos de toda índole, ya no hay debate, son meros espectáculos mediáticos que se organizan para transmitir una idea o concepto a la opinión pública pero hurtan el debate entre los asistentes y empobrecen en consecuencia a la sociedad. Este artículo quiere ser un canto al debate, al contraste de ideas y a la búsqueda de soluciones entre todos así como al aprendizaje de las experiencias propias y ajenas.
En los institutos, en las universidades…, los alumnos no preguntan, por vergüenza, por el temor a preguntar algo absurdo, prefieren callar aunque realmente no hayan entendido la lección o les hayan surgido dudas.
En cualquier congreso, conferencia a las que vamos habitualmente con políticos, empresarios o especialistas en alguna materia, en general no se pregunta, nadie se atreve a discrepar de la opinión del ponente por los mismos temores por los que no preguntan los niños.
Si no damos nuestra opinión en público, si no somos capaces de explicar nuestras inquietudes, nos pasarán dos cosas :
1. Perdemos la legitimidad para criticar en privado
2. Se pierde una gran oportunidad de escuchar esa interesante opinión, esa otra forma de ver las cosas, quizás el inicio del cambio de una forma de actuar.
En la medida en que no seamos capaces de decir lo que pensamos en público, perderemos el derecho a vivir de la queja continua, y no estaremos ejerciendo la responsabilidad que todos tenemos en la sociedad. Actuemos, demos nuestra opinión, preguntemos.
El debate enriquece, el cuestionarlo todo, si no es para paralizar la toma de decisiones, sino para analizar desde diferentes prismas ha de ser bienvenido. Es consabido, vivimos tiempos de dificultad, casi nada de los que hacíamos hace poco más de un año es válido ahora para conquistar la continuidad en primera instancia y el futuro de nuestras empresas. Seamos pues personas abiertas a nuevos enfoques, pidamos a nuestros colaboradores creatividad, no tengamos miedo a la crítica, huyamos del peloteo y del halago gratuito.
No lo duden, el escepticismo en positivo, el open mind es algo que a día de hoy nos conviene individualmente pero también como colectividad. Desde la oficialidad y lo institucionalizado no se crean nuevas corrientes, no se abren nuevas vías.
Arriesgar no equivale a ser pródigo, apostar no es un todo o nada. Los valientes no son incautos ni obligatoriamente poco precavidos.
Es interesante ver como han evolucionado las asambleas, juntas y eventos de toda índole, ya no hay debate, son meros espectáculos mediáticos que se organizan para transmitir una idea o concepto a la opinión pública pero hurtan el debate entre los asistentes y empobrecen en consecuencia a la sociedad. Este artículo quiere ser un canto al debate, al contraste de ideas y a la búsqueda de soluciones entre todos así como al aprendizaje de las experiencias propias y ajenas.
En los institutos, en las universidades…, los alumnos no preguntan, por vergüenza, por el temor a preguntar algo absurdo, prefieren callar aunque realmente no hayan entendido la lección o les hayan surgido dudas.
En cualquier congreso, conferencia a las que vamos habitualmente con políticos, empresarios o especialistas en alguna materia, en general no se pregunta, nadie se atreve a discrepar de la opinión del ponente por los mismos temores por los que no preguntan los niños.
Si no damos nuestra opinión en público, si no somos capaces de explicar nuestras inquietudes, nos pasarán dos cosas :
1. Perdemos la legitimidad para criticar en privado
2. Se pierde una gran oportunidad de escuchar esa interesante opinión, esa otra forma de ver las cosas, quizás el inicio del cambio de una forma de actuar.
En la medida en que no seamos capaces de decir lo que pensamos en público, perderemos el derecho a vivir de la queja continua, y no estaremos ejerciendo la responsabilidad que todos tenemos en la sociedad. Actuemos, demos nuestra opinión, preguntemos.
El debate enriquece, el cuestionarlo todo, si no es para paralizar la toma de decisiones, sino para analizar desde diferentes prismas ha de ser bienvenido. Es consabido, vivimos tiempos de dificultad, casi nada de los que hacíamos hace poco más de un año es válido ahora para conquistar la continuidad en primera instancia y el futuro de nuestras empresas. Seamos pues personas abiertas a nuevos enfoques, pidamos a nuestros colaboradores creatividad, no tengamos miedo a la crítica, huyamos del peloteo y del halago gratuito.
No lo duden, el escepticismo en positivo, el open mind es algo que a día de hoy nos conviene individualmente pero también como colectividad. Desde la oficialidad y lo institucionalizado no se crean nuevas corrientes, no se abren nuevas vías.
Arriesgar no equivale a ser pródigo, apostar no es un todo o nada. Los valientes no son incautos ni obligatoriamente poco precavidos.
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