Ser propietario de un inmueble, ser autónomo o estar a la cabeza de un negocio, en definitiva, hacerse responsable de hacer frente a las facturas, te hace ser consciente del valor de las cosas. Eso es lo que me contaba un amigo que perdió su empleo, capitalizó el paro y, así, de repente, tomó consciencia del valor y de lo que cuesta pagar las facturas. Al convertirse en autónomo supo lo importante que es apagar la luz o el ordenador por la tarde al dejar la oficina o del papel que había malgastado tantas y tantas veces imprimiendo lo innecesario. ¿Cuántas pequeñas cosas podríamos hacer para que el coste de las cosas en el trabajo fuera el adecuado? Muchas, sin duda, concluyó mi buen amigo reconvertido en pequeño empresario.
Antaño, el buen trabajo era reconocido con un aumento de suelo, esa espiral no tenía fin y ahora afecta a la competitividad de las empresas. Elevados salarios conviven con beneficios sociales y de horarios, y hacen imposible la reconversión de muchos negocios que de otra forma serían viables. Hoy el reconocimiento del trabajo se basa en la conservación del empleo. Sobrevivir es vivir, y en eso coinciden tanto trabajadores como empresarios.
También los empresarios, sumidos y superados en muchas ocasiones por los problemas, tienen dificultades para ponerse en el sitio de un trabajador agobiado por el temor de perder, también él, como tantas personas de su entorno, su empleo.
Los sindicatos están mostrando una posición entre poco y nada flexible, alejada de la realidad. No es tiempo de reivindicaciones demagógicas.
En Disney tienen una política de recursos humanos interesante. Todos los trabajadores tienen que pasar por todas las posiciones, desde vestirse de Mickey Mouse, a vender globos, trabajar en un hotel, oficinas, o en un departamento determinado. Eso aporta a los trabajadores una perspectiva global, les permite comprender lo que es la empresa y sus valores y sobre todo les permite ser conocedores del trabajo que hace cada uno, de sus dificultades, de su especificidad y complejidad.
No son tiempos de Dowton Abbey, con una gran brecha que separe trabajadores de empresarios. Son tiempos de comunión de intereses, trabajo conjunto, diálogo entre directivos y colaboradores. Sólo de la comprensión mutua, del intercambio de pareceres y de remar todos en la misma dirección surge la creación de opciones de futuro para las empresas.
El ejercicio de la responsabilidad pasa por la austeridad, el centrarse en la eficiencia, la optimización de recursos y la búsqueda de nuevos clientes y mercados. También pasa por la entrega en el trabajo, por el sentirse propia la empresa y por creer que en las manos de uno mismo y en su trabajo está, en gran medida, la viabilidad de su empresa.
La falta de financiación, la morosidad, la atonía de la demanda no son cosas que pueda cambiar un trabajador ni un empresario. La actitud positiva, el trabajo y el esfuerzo creativo sí, y de ello depende ganar el mañana.
Cristian Rovira
Consejero Delegado de Grupo Sifu
Antaño, el buen trabajo era reconocido con un aumento de suelo, esa espiral no tenía fin y ahora afecta a la competitividad de las empresas. Elevados salarios conviven con beneficios sociales y de horarios, y hacen imposible la reconversión de muchos negocios que de otra forma serían viables. Hoy el reconocimiento del trabajo se basa en la conservación del empleo. Sobrevivir es vivir, y en eso coinciden tanto trabajadores como empresarios.
También los empresarios, sumidos y superados en muchas ocasiones por los problemas, tienen dificultades para ponerse en el sitio de un trabajador agobiado por el temor de perder, también él, como tantas personas de su entorno, su empleo.
Los sindicatos están mostrando una posición entre poco y nada flexible, alejada de la realidad. No es tiempo de reivindicaciones demagógicas.
En Disney tienen una política de recursos humanos interesante. Todos los trabajadores tienen que pasar por todas las posiciones, desde vestirse de Mickey Mouse, a vender globos, trabajar en un hotel, oficinas, o en un departamento determinado. Eso aporta a los trabajadores una perspectiva global, les permite comprender lo que es la empresa y sus valores y sobre todo les permite ser conocedores del trabajo que hace cada uno, de sus dificultades, de su especificidad y complejidad.
No son tiempos de Dowton Abbey, con una gran brecha que separe trabajadores de empresarios. Son tiempos de comunión de intereses, trabajo conjunto, diálogo entre directivos y colaboradores. Sólo de la comprensión mutua, del intercambio de pareceres y de remar todos en la misma dirección surge la creación de opciones de futuro para las empresas.
El ejercicio de la responsabilidad pasa por la austeridad, el centrarse en la eficiencia, la optimización de recursos y la búsqueda de nuevos clientes y mercados. También pasa por la entrega en el trabajo, por el sentirse propia la empresa y por creer que en las manos de uno mismo y en su trabajo está, en gran medida, la viabilidad de su empresa.
La falta de financiación, la morosidad, la atonía de la demanda no son cosas que pueda cambiar un trabajador ni un empresario. La actitud positiva, el trabajo y el esfuerzo creativo sí, y de ello depende ganar el mañana.
Cristian Rovira
Consejero Delegado de Grupo Sifu
PUBLICADO EN EL ECONOMISTA - VERSION DIGITAL 05/05/11
VER : http://www.eleconomista.es/catalunya/noticias/3042348/05/11/Empresario-por-un-dia.html
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