Rozamos los cinco millones de parados, sin embargo un millón de personas no acuden diariamente a su puesto de trabajo. El absentismo es una sangría que afecta a la competitividad además de ser una muestra de falta de solidaridad con el resto de compañeros de trabajo que se ven en la obligación de asumir el trabajo del absentista.
Con la crisis y la consiguiente destrucción de empleo, parecía lógico esperar una caída del absentismo. ¿Por qué no sucede? Una falsa idea de solidaridad por parte de los compañeros de trabajo, una tolerancia social inaceptable que aplaude por “lo bajini” al listillo que “vive bien”, la dificultad con la legislación laboral en mano, de aplicar despidos disciplinarios, el coste de los investigadores privados o los costes y duración de los procesos judiciales, son un cúmulo de razones del porque el absentismo no se reduce de forma drástica.
El elevado peso del empleo público en el conjunto de la masa de trabajadores, es otra de las razones. Es obvio que el ritmo al que se trabaja en una PYME no es el de la administración pública. En realidad muchos convenios consagran estas diferencias y establecen ventajas para el personal público en relación al privado, tal como ocurre, por ejemplo si uno compara los convenios de la enseñanza pública con la concertada y/o privada.
El absentismo cuesta millones cada día al conjunto de la sociedad y genera más paro. Los absentistas profesionales son una lacra social a la que estigmatizar y combatir de forma rotunda. Su insolidaridad, su irresponsabilidad y su vagancia son intolerables.
¿Qué hacer frente al absentismo y como combatirlo?
Los casinos tienen listas en las que apuntarse para impedir la entrada de los que lo solicitan, las listas Robinson permiten excluirse de la recepción de correo comercial. Pues bien, ¿Por qué no crear una lista de absentistas que las empresas puedan consultar?
Al igual que uno pierde puntos por exceso de velocidad, debería de no poder presentarse a un puesto de trabajo público si fuera comprobable que es un absentista recurrente.
Es preciso que las empresas retomen la sana costumbre de pedir referencias. ¿Cómo es un trabajador, no solo a nivel de conocimientos técnicos, sectoriales o profesionales sino como es como ser humano? ¿es cumplidor, puntual y buena gente o es un generador de malos rollos y un absentista?
Los geniales Uderzo y Goscini, creadores de Asterix, en una de sus aventuras más celebradas, retrataban a la perfección la figura del “enredador” por excelencia en su obra “La Cizaña”. Una sola persona, retratada como un ser verde y viscoso, conseguía con sus malas artes alterar la convivencia siempre sana y en compañía de la célebre aldea gala.
Pues bien, evitemos la Cizaña, persigamos, ley en mano, al absentista y al igual que se hacen campañas en TV contra el consumo de alcohol, de tabaco, del exceso de velocidad, del dopaje o del consumo de pezqueñines, pongamos en marcha una campaña, en la que todos estemos comprometidos con la persecución del absentismo desde un punto de vista legal, social y laboral.
Con la crisis y la consiguiente destrucción de empleo, parecía lógico esperar una caída del absentismo. ¿Por qué no sucede? Una falsa idea de solidaridad por parte de los compañeros de trabajo, una tolerancia social inaceptable que aplaude por “lo bajini” al listillo que “vive bien”, la dificultad con la legislación laboral en mano, de aplicar despidos disciplinarios, el coste de los investigadores privados o los costes y duración de los procesos judiciales, son un cúmulo de razones del porque el absentismo no se reduce de forma drástica.
El elevado peso del empleo público en el conjunto de la masa de trabajadores, es otra de las razones. Es obvio que el ritmo al que se trabaja en una PYME no es el de la administración pública. En realidad muchos convenios consagran estas diferencias y establecen ventajas para el personal público en relación al privado, tal como ocurre, por ejemplo si uno compara los convenios de la enseñanza pública con la concertada y/o privada.
El absentismo cuesta millones cada día al conjunto de la sociedad y genera más paro. Los absentistas profesionales son una lacra social a la que estigmatizar y combatir de forma rotunda. Su insolidaridad, su irresponsabilidad y su vagancia son intolerables.
¿Qué hacer frente al absentismo y como combatirlo?
Los casinos tienen listas en las que apuntarse para impedir la entrada de los que lo solicitan, las listas Robinson permiten excluirse de la recepción de correo comercial. Pues bien, ¿Por qué no crear una lista de absentistas que las empresas puedan consultar?
Al igual que uno pierde puntos por exceso de velocidad, debería de no poder presentarse a un puesto de trabajo público si fuera comprobable que es un absentista recurrente.
Es preciso que las empresas retomen la sana costumbre de pedir referencias. ¿Cómo es un trabajador, no solo a nivel de conocimientos técnicos, sectoriales o profesionales sino como es como ser humano? ¿es cumplidor, puntual y buena gente o es un generador de malos rollos y un absentista?
Los geniales Uderzo y Goscini, creadores de Asterix, en una de sus aventuras más celebradas, retrataban a la perfección la figura del “enredador” por excelencia en su obra “La Cizaña”. Una sola persona, retratada como un ser verde y viscoso, conseguía con sus malas artes alterar la convivencia siempre sana y en compañía de la célebre aldea gala.
Pues bien, evitemos la Cizaña, persigamos, ley en mano, al absentista y al igual que se hacen campañas en TV contra el consumo de alcohol, de tabaco, del exceso de velocidad, del dopaje o del consumo de pezqueñines, pongamos en marcha una campaña, en la que todos estemos comprometidos con la persecución del absentismo desde un punto de vista legal, social y laboral.
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