Los datos que
rebeló el pasado mes de marzo el Eurostat sobre desempleo situaron la tasa de
paro en España en el 23,3%, siendo el país de la zona euro cuya tasa es más
elevada y muy por encima de la media de la Unión Europea que es del 10,2%. Por
si eso fuera poco España aporta 7 de cada 10 nuevos parados en la UE y tiene un paro del 50,5% entre los jóvenes.
En este
lacerante contexto la figura del emprendedor cobra un gran
protagonismo, dado que no hay mejor manera de ayudar a nuestra sociedad que
creando puestos de trabajo. Es en la actual adversidad, pues, cuando tiene una
mayor importancia y sobresale el beneficio social que siempre ha aportado la
función de generación de empleo del emprendedor.
En esta línea
desde hace un tiempo se observa como ha aparecido en el imaginario del management la figura del “emprendedor social”. Este concepto es bueno para entender y
definir una manera de emprender non
profit, pero presenta una distinción entre emprendedores sociales y no sociales.
Contra esta
distinción, cabe recordar que no hay nada más social que un emprendedor que
crea riqueza y genera puestos de trabajo, independientemente de la actividad
que realice. Un emprendedor es social
por si mismo e inherentemente contribuye con su papel a la sociedad. Todos. No
hay emprendedores de primera y de segunda.
Es positivo que
producto del contexto actual se haya ensalzado la figura del emprendedor. Lo
que antaño no tenía ese halo de proeza de lanzarse, emprender y llevar a cabo
una iniciativa propia, hoy en día es muy apreciado en nuestra sociedad. Destaca
al emprendedor y existe una consideración hacia él.
Emprender es
comenzar algo que generalmente entraña algún tipo de dificultad. No obstante,
el éxito de la emprendeduría no acaba en ese comienzo sino en continuar con ese
proyecto. Emprender, por lo tanto, conlleva una visión a largo plazo y
sostenible. En ese sentido una premisa básica de la responsabilidad social
empresarial es que las metas empresariales se alinean con el desarrollo de la
sociedad que a su vez no podría entenderse sin esa visión a largo plazo del
emprendedor que no deja de ser social.
Por todo ello, este ensalzamiento de la figura del
emprendedor no puede desligarse de la
misma, su función social y de ayuda a combatir el principal problema de
nuestro país: el desempleo. La eficacia del emprendedor es un concepto que va
unido a la mejora social. Luego, asumir ser emprendedor es asumir también ser
social.
Cristian Rovira
Consejero Delegado Grupo
SIFU
Publicado en Expansion 3 de mayo del 2012
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