Cortinas de humo
Pienso en cortinas de humo cada vez que oigo como alguno se empeña en
atribuir las razones de la crisis que estamos viviendo a las subprime, al
sistema financiero, a las agencias de calificación, a las burbujas
inmobiliarias, al BCE o al viejo dracma griego. Pues, cuando descubro este tipo
de discursos, tengo la impresión de que tratan de convertir en entes abstractos
algo que, ya desde hace tiempo y cada vez más, es patente en todas las calles
de nuestras ciudades. Éstos mismos apuntan, off
the record, que cuando se solucione lo de Grecia y cuando fluya el crédito
todo esto pasará.
Y, sin embargo, algunas veces también tengo la extraña sensación de que la
existencia de estas cortinas de humo es algo claro para uno mismo, pero que no
se metaboliza igual a nivel social o colectivo cuando se sigue culpando a las burbujas, a las agencias
de calificación y a las elecciones griegas.
Con esta idea me quedo y acabo pensando que no queremos ver la realidad,
pues aceptar o asumir como algo irremediable la atrofia de la Administración o
la falta de eficiencia o la tolerancia con el fraude nos conduce a la crisis.
No atacar las causas reales y profundas de la crisis —muchas de las cuales nacen
en nosotros mismos— no nos permitirá
salir de la crisis y, así, seguiremos avanzando entre las cortinas de humo. El
maquillaje es solo eso: maquillaje.
De la crisis estamos aprendido aquello que una sociedad debe considerar
intolerable: cobrar el desempleo y no buscar empleo hasta que éste se acerca a
su finalización —algo que era socialmente aceptado e incluso, en ocasiones,
alabado—; o señalar a aquel que cobra un subsidio sin esfuerzo por buscar
empleo y lo combina con un trabajo en la economía sumergida.
Tenemos que revolvernos ante los vicios que se enquistan en nuestro
entorno, ante la picaresca, ante la corrupción de baja intensidad que favorece
a unos y perjudica, en definitiva, a todos. Igualmente, también debemos señalar
las triquiñuelas administrativas que maquillan esta corrupción de baja
intensidad de un aura cuasi legal, pero que lastra nuestra competitividad.
La transformación y cambio saldrá de cada uno de nosotros, de nuestro
trabajo diario, de nuestro esfuerzo por trabajar más y más duro, es cierto, y
sin embargo, mientras el debate siga siendo, eufemístico y por lo tanto
epidérmico, seguiremos en el hoyo. En estos momentos recuerdo a un profesor que
tenía en el colegio que, cuando sorprendía a alguno de sus alumnos copiando,
solía decirnos: “ya te suspenderá la vida” y al final, cierto es, vemos como es
la propia vida la que nos suspende por
tolerar y asumir lacres que contribuyen a que sea más difícil levantar la
cabeza de la situación en la que estamos.
Publicado en Expansión 15/06/12
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