miércoles, 28 de septiembre de 2011

UN EMPRENDEDOR EN CASA

Imagínense en casa viendo la televisión y, al inicio de un bloque publicitario, un spot muestra imágenes familiares tomadas en Super8 de un niño que, toma a toma, va creciendo, de fondo se oye el locutor: “Le has dado una educación básica, le has ayudado en la universidad y en aquel máster, y le has echado una mano en la entrada de un piso, y ahora…. ¿qué temes cuando te pide apoyo económico para abrir un negocio?”.
Desearía que muchos de los padres que se ven a sí mismos frente a la televisión, al finalizar el anuncio pensaran para sus adentros que, sin duda, ellos les darían todos los granitos de arena que pudieran para iniciar ese negocio. Sin embargo, tengo la sensación que la realidad es muy diferente: mientras uno de cada tres padres ayuda a sus vástagos con la entrada del piso —según leí recientemente en la prensa—, sólo unos pocos prestan apoyo económico a sus hijos cuando éstos se lanzan a llevar a cabo un proyecto profesional que entraña riesgos.
Abrir un negocio, irse a trabajar al extranjero, aceptar una oferta de movilidad geográfica que nos hace la multinacional en la que trabajamos, son algunas opciones profesionales que implican la misma cantidad de riesgo que la que conlleva la capacidad y el espíritu emprendedor. Todas ellas, vistas en perspectiva, son actividades que seguro enriquecen personal y profesionalmente a quien las lleva a cabo, pero que, no por ello, dejan de entrañar riesgos.
Y, aunque arriesgadas, los expertos confirman que la escasa movilidad geográfica y el bajo porcentaje de jóvenes dispuestos a cambiar de residencia por un empleo, tiene importantes consecuencias económicas. Este dato, además, encaja con el hecho que, en nuestro país, los jóvenes no se van de casa hasta que no han cumplido la trentena y, cuando finalmente dejan el nido, lo hacen para mudarse casi siempre dentro del mismo municipio. Todo ellos corroboran el mensaje, tantas veces repetido cuando nos comparamos con nuestros vecinos del norte: la mayoría de nuestros jóvenes son poco emprendedores y asumen los menores riesgos.
Especialmente en la actualidad, en la que los inmuebles casi nunca tienen el valor por el que se adquirieron, una hipoteca no es garantía de libertad, de expectativas de mejora o de progreso familiar. Salir adelante en el contexto económico vigente reclama compromiso, emprendeduría, movilidad geográfica y funcional, soluciones nuevas y eficientes, esfuerzo y, en cierto modo, algún riesgo.
Es por este motivo que sólo un cambio profundo de nuestra cultura colectiva y mentalidad personal, que tanto los centros formativos como las familias deben impulsar, nos permitirá salir de la crisis. Así que, si al finalizar ese spot de la televisión que te recordaba los viejos vídeos en Super8, entra tu hijo a tomar un vaso de leche antes de irse a dormir podrías decirle: “Lo he pensado bien y, como sé que tienes grandes capacidades, si me presentases una propuesta de negocio te ayudaría a tirarlo adelante”


Publicado en Expansión 28/09/11