Foto de familia de la última Jornada de Gerentes. Un año más, ha sido un placer
compartir con vosotros estos días de talleres, charlas y convivencia. Esperamos
que los hayáis disfrutado.
viernes, 16 de diciembre de 2016
jueves, 15 de diciembre de 2016
Del año internacional de los impedidos al día internacional de las personas con discapacidad
A lo largo de la historia se ha dado una
evolución constante en el tratamiento de la discapacidad, tanto desde el punto
de vista social como del uso del lenguaje. Si en el siglo XIV se hablaba de
“idiotas”, en el siglo XVII se empezó a acuñar el término “retardo mental” sin
hacer distinción alguna entre los diferentes tipos de discapacidad. No
obstante, no hace falta viajar tan lejos en el tiempo para comprobar cómo ha
evolucionado el vocabulario referido a las personas con diversidad funcional, yendo
siempre de la mano de la propia realidad social.
En 1976, Naciones Unidas anunciaba que
1981 sería el Año Internacional de los Impedidos. Bajo el lema “por la plena
participación y la igualdad”, la asamblea general de la organización solicitaba
entonces que se estableciese un plan de acción a nivel nacional, regional e
internacional en el que se hiciese especial hincapié en la igualdad de
oportunidades, la rehabilitación y la prevención de la discapacidad. A fecha de
hoy, resulta sorprendente que la ONU hablase de “impedidos”, pero no se trata
del único ejemplo de uso despectivo del lenguaje. En el año 1982 se popularizó
la denominación de la palabra “minusválido”, que evolucionó a principios de los
años 90 al uso más extendido del concepto “disminuido”. En la misma línea, no
son pocos los ejemplos de documentos oficiales de finales del siglo XX que se
referían a las personas con discapacidad con palabras como “tullidos” o
“inválidos”, que no quiere decir otra cosa que persona no válida.
No fue hasta octubre de 1992, año en que
acababa el Decenio de los Impedidos (1983-1992), cuando la asamblea general de
las Naciones Unidas proclamaba el 3 de diciembre como Día Internacional de las
Personas con Discapacidad, haciendo un llamamiento a los estados miembros para celebrar
dicha jornada con el objetivo de fomentar una mayor integración en la sociedad
de las personas con capacidades diferentes. Desde entonces, cada año la ONU ha
celebrado cada 3 de diciembre haciendo palanca en base a un lema y un objetivo
diferente.
Con la proclamación del Día Internacional
de las Personas con Discapacidad se daba también un paso más hacia la
normalización buscando un uso más justo del lenguaje. Esta evolución, como
decíamos, está en constante revisión, puesto que actualmente se está empezando
a cuestionar el término “discapacidad”, recomendando ahora hablar de
“diversidad funcional” o personas con “capacidades diferentes”. Se trata aún de
un debate abierto que dará mucho que hablar. En cualquier caso, la reflexión
que podemos extraer es que el uso del lenguaje es un reflejo de la realidad
social que se encuentra detrás de este colectivo, que continúa luchando por su
plena inclusión y encaje en la sociedad.
En este sentido, una de las grandes asignaturas
pendientes es la integración laboral de las personas con discapacidad, un
colectivo que se ve afectado por unas elevadísimas tasas de paro en la gran
mayoría de los países del mundo. En España, casi un millón y medio de personas
en edad laboral tienen certificado de
discapacidad, lo que representa el 4,76% del total de la población comprendida
en esas edades. La mayoría de ellos, además, tienen una muy baja participación en el mercado laboral (su tasa de actividad es del 36,7%, más del doble
que la de las personas sin discapacidad) que se suma una alta tasa de paro 32%. Sin lugar a
dudas, la integración laboral y la independencia económica son dos piezas
imprescindibles para lograr la plena normalización de las personas con
discapacidad. Queda aún un largo camino por recorrer.
jueves, 1 de diciembre de 2016
Responsabilidad social competitiva
Alimentos de km 0,
coches eléctricos, cosméticos ecológicos, turismo sostenible… cada vez más, los
consumidores tienden a comprar valores y no productos. Nuestra sociedad ha
empezado a exigirle a las empresas y a los gobiernos un comportamiento ético,
premiando a las firmas que son competitivas en calidad y en precio, pero
también en valores compartidos por el conjunto de la sociedad. Y es que para
poder encajar dentro de los nuevos criterios del consumidor, cada vez más las
empresas tienden a generar o transformar su producto haciéndolo responsable y
competitivo.
A diferencia de las
compañías acomodadas en la habitual Responsabilidad Social Empresarial (RSE), una
nueva generación de empresas están construyendo un modelo de negocio en el que,
desde el primer momento, se sitúa el factor social como elemento diferencial,
pero sin perder nunca de vista la rentabilidad. Así, el producto o servicio ofertado
debe generar valor social por sí mismo y, desde el primer día, cada euro
invertido debe contribuir a crear un mundo mejor. Estamos hablando de empresas
socialmente competitivas, compañías que convierten el factor social en la clave
de su éxito.
La filantropía,
entendida como las acciones en beneficio de la sociedad sin retorno para su
promotor, mueve entre el 2 y el 3% del PIB mundial. El sector público, por su
parte, representa una media del 20% PIB. El sector privado, en cambio, con casi
el 80% del PIB mundial, es el gran motor capaz de cambiar el mundo mediante la
creación de negocios sostenibles, rentables y replicables en cualquier lugar. En
esta línea, la empresa socialmente competitiva es un activo fundamental para
construir un modelo económico sostenible a la par que competitivo.
A diferencia de lo que
muchos puedan pensar, las empresas socialmente competitivas representan un
modelo completamente transversal y aplicable a cualquier tamaño de empresa y
cualquier sector. La clave reside en el equilibrio entre la creación de valor
social y económico, entre la sostenibilidad social y financiera, un modelo que
huye del modelo caritativo tradicional y que sitúa la responsabilidad social en
el ADN de la empresa, un elemento que le permitirá diferenciarse de la competencia
y ser más competitiva.
Los empresarios no
deberíamos avergonzarnos del hecho de querer ganar dinero. Cuando dejemos de
hacerlo y acabemos con la creencia que está mal o bien según si una empresa
tiene o no ánimo de lucro, empezaremos a entender de una vez por todas el
verdadero sentido de la responsabilidad social. No se trata de aplicar medidas
solidarias para justificar nuestra cuenta de resultados, sino de todo lo
contrario, se trata de que la mejor manera de ser verdaderamente consecuentes
con nuestro entorno es aplicar la siguiente premisa: si contribuimos a que a la
sociedad le vaya bien, a nosotros también nos irá bien, pues si nosotros
ganamos la sociedad también gana. Este es el modelo que plantea la Responsabilidad
Social Competitiva.
Muchas empresas ya
están aplicando esta manera de hacer negocios. Es el caso de la banca ética, un
modelo que defienden empresas como Triodos Bank, que poco a poco han conseguido
posicionarse invirtiendo únicamente en productos sostenibles. En el sector de
la alimentación, son muchas las compañías que han alcanzado el éxito gracias al
acceso a un nuevo nicho de mercado como son la alimentación ecológica o el comercio
justo. Prueba de ello ha sido la expansión de la cadena de supermercados 100%
ecológicos Veritas, de Cafés Novell, cuyo café es ecológico y procedente de
mercados sostenibles, o de Revolution Foods, una aventura empresarial
emprendida por dos madres norteamericanas que ha conseguido revolucionar la
línea de almuerzo escolar, pues producen más de un millón de comidas
saludables, asequibles y preparados frescos cada semana y para todo Estados
Unidos. La moda y el calzado tampoco se quedan al margen y podemos encontrar
ejemplos de empresas socialmente competitivas tanto en nuestro país como en el
extranjero: bajo el lema “ayúdanos a cambiar el mundo” la marca californiana de
alpargatas TOMS Shoes tiene el compromiso de entregar un par de zapatos a
personas necesitadas de Sudamérica por cada par vendido, logrando así convertirse
en un calzado de moda y cautivar a anónimos y famosos. También en España, la
conocida casa de zapatillas Victoria logró remontar el negocio con un producto que
recoge la bandera de la tradición y los buenos materiales, certificados y
respetuosos con el medio ambiente. En el sector servicios, Grupo SIFU ha
logrado duplicar sus trabajadores y su facturación en los últimos 5 años
gracias al equilibrio entre la integración socio-laboral de personas con
discapacidad –que representan el 85% de su plantilla- y una oferta de servicios
de la más alta calidad, capaz de competir con otras empresas de Facility
Services.
La ‘Generación
Millennial’ ha demostrado ser una generación preocupada por conseguir una
sociedad más justa y sostenible, pero no por ello han dejado de ser
consumidores exigentes. Ellos, los consumidores del futuro, premiarán a los
negocios sostenibles y sociales, y requerirán al mismo tiempo productos
competitivos en calidad y en precio, encumbrando a las empresas socialmente
competitivas.
Publicado en "El Economista"