lunes, 25 de febrero de 2013

Pasos hacia una lengua no discriminatoria con la discapacidad

La visión del concepto ‘discapacidad’ ha cambiado mucho en poco más de tres décadas. La evolución en el uso del lenguaje para referirse a este colectivo es un claro ejemplo de cómo nuestra sociedad va camino de su plena aceptación y normalización en el ámbito social y laboral.
Siglos atrás no era común la distinción entre diferentes tipos de discapacidad. Los parapléjicos, sordos, mudos, ciegos... eran señalados con un único término, el de "Retardado mental". No fue hasta el siglo XX cuando se empezaron a superar viejos prejuicios y poco a poco la sociedad se abrió a la idea de que este tipo de personas tienen un papel muy importante dentro de nuestra realidad. Aun así, todavía se utilizaban palabras como 'tarado', ‘tullido', 'subnormal’ o ‘inútil', que eran aceptadas por todos como palabras de uso cotidiano. En 1981 los poderes políticos y la administración pública española creyeron que era necesaria, por primera vez, una legislación que garantizara los derechos de las personas con discapacidad. De esa forma nació la LISMI, la Ley de Integración Social del Minusválido, hoy todavía vigente y en proceso de modificación, que regula, entre otras cosas, su acceso al mercado laboral.
El nombre de la propia ley ya nos da pistas de cómo la sociedad de la época se refería al colectivo. Aunque se produjo una evolución conceptual, el término minusválido supone que la persona en cuestión es menos válida para realizar una tarea en comparación con alguien que no tiene ese tipo de limitaciones.
Con el cambio de década, algunos círculos dieron pequeños pasos hacia la inclusión y comenzaron a utilizar la palabra 'disminuido', en referencia a una persona considerada menor. No fue hasta bien entrados los 90, cuando el término ' discapacidad ' se empezó a extender. A partir de ese momento se dejaron atrás expresiones discriminatorias que etiquetaban las personas con discapacidad en un estadio inferior y que daban a entender que “no tienen  habilidad",  tienen un "valor menor" o “no tienen valor". Con el lenguaje se puede determinar la inclusión-exclusión de los individuos en la sociedad y su pertenencia como ciudadanos de pleno derecho, por lo que es un factor básico en la construcción del pensamiento de una cultura.
Actualmente, la sociedad en que vivimos ha dado grandes pasos en la comprensión de la discapacidad y su relación con el entorno. Hoy este tipo de personas disponen de una serie de recursos, como asociaciones, fundaciones, centros de día, clubs sociales o centros especiales de empleo y ocupacionales que facilitan su día a día y contribuyen a mejorar su calidad de vida. El cambio de visión ha facilitado las intervenciones sociales, nos ha ayudado a valorar la diferencia y la diversidad, y nos ha conducido hacia la normalización, por ello, este tipo de personas ahora pueden desarrollar sus capacidades en el ámbito familiar, educativo y laboral, así como convivir en igualdad de oportunidades.
Si bien, estamos cada vez más informados sobre la discapacidad no debemos olvidar que aún queda mucho por hacer y que existe a día de hoy algunas expresiones ciertamente ofensivas pero de uso común como las frases hechas: "Sale más caro que un hijo tonto"," Tiene menos miras que un ciego", "Está más sordo que una tapia "o" No hay un cojo bueno".

Publicado en "social.cat" on line 25/02/13