viernes, 15 de junio de 2012


Cortinas de humo

Pienso en cortinas de humo cada vez que oigo como alguno se empeña en atribuir las razones de la crisis que estamos viviendo a las subprime, al sistema financiero, a las agencias de calificación, a las burbujas inmobiliarias, al BCE o al viejo dracma griego. Pues, cuando descubro este tipo de discursos, tengo la impresión de que tratan de convertir en entes abstractos algo que, ya desde hace tiempo y cada vez más, es patente en todas las calles de nuestras ciudades. Éstos mismos apuntan, off the record, que cuando se solucione lo de Grecia y cuando fluya el crédito todo esto pasará.
Y, sin embargo, algunas veces también tengo la extraña sensación de que la existencia de estas cortinas de humo es algo claro para uno mismo, pero que no se metaboliza igual a nivel social o colectivo cuando se  sigue culpando a las burbujas, a las agencias de calificación y a las elecciones griegas.
Con esta idea me quedo y acabo pensando que no queremos ver la realidad, pues aceptar o asumir como algo irremediable la atrofia de la Administración o la falta de eficiencia o la tolerancia con el fraude nos conduce a la crisis. No atacar las causas reales y profundas de la crisis —muchas de las cuales nacen en nosotros  mismos— no nos permitirá salir de la crisis y, así, seguiremos avanzando entre las cortinas de humo. El maquillaje es solo eso: maquillaje.
De la crisis estamos aprendido aquello que una sociedad debe considerar intolerable: cobrar el desempleo y no buscar empleo hasta que éste se acerca a su finalización —algo que era socialmente aceptado e incluso, en ocasiones, alabado—; o señalar a aquel que cobra un subsidio sin esfuerzo por buscar empleo y lo combina con un trabajo en la economía sumergida.
Tenemos que revolvernos ante los vicios que se enquistan en nuestro entorno, ante la picaresca, ante la corrupción de baja intensidad que favorece a unos y perjudica, en definitiva, a todos. Igualmente, también debemos señalar las triquiñuelas administrativas que maquillan esta corrupción de baja intensidad de un aura cuasi legal, pero que lastra nuestra competitividad.
La transformación y cambio saldrá de cada uno de nosotros, de nuestro trabajo diario, de nuestro esfuerzo por trabajar más y más duro, es cierto, y sin embargo, mientras el debate siga siendo, eufemístico y por lo tanto epidérmico, seguiremos en el hoyo. En estos momentos recuerdo a un profesor que tenía en el colegio que, cuando sorprendía a alguno de sus alumnos copiando, solía decirnos: “ya te suspenderá la vida” y al final, cierto es, vemos como es la  propia vida la que nos suspende por tolerar y asumir lacres que contribuyen a que sea más difícil levantar la cabeza de la situación en la que estamos.

Publicado en Expansión 15/06/12

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