miércoles, 5 de octubre de 2016

LA DISCAPACIDAD EN LA ERA DE LA CUARTA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL: AMENAZAS Y OPORTUNITADADES



Aunque hace unos años parecía un argumento de novela de ciencia ficción, las innovaciones tecnológicas, los sofisticados mecanismos de automatización industrial o la robótica se han ido haciendo un hueco en nuestro día a día, transformando la forma en la que vivimos y en la que trabajamos. Es la denominada cuarta revolución industrial, un nuevo escenario que ha llegado a nuestras vidas planteando un sinfín de nuevas oportunidades.
Desde el punto de vista de las personas con diversidad funcional, las innovaciones tecnológicas están mejorando la calidad de vida del colectivo. Conscientes del potencial de esta realidad, cada vez son más las empresas y entidades que dedican sus esfuerzos a implementar nuevas herramientas para normalizar la situación de estas personas y potenciar sus capacidades. De hecho, en los últimos años hemos presenciado la aparición de numerosos ejemplos de tecnologías sociales e inclusivas, como el primer smartphone capaz de controlarse con el movimiento de la cabeza, aplicaciones móviles sobre accesibilidad o prótesis monitorizadas.
No obstante, el avance de la tecnología puede conllevar también algunos riesgos, especialmente palpables en el terreno del mercado laboral. A principios de año, un informe elaborado por investigadores del Foro Económico Mundial de Davos vaticinaba que la llegada de la cuarta revolución industrial provocaría un impacto social sin precedentes en el campo laboral. En concreto, el documento apuntaba a que los autómatas y la inteligencia artificial destruirán cinco millones de empleos en 2020 en los 15 países más industrializados del mundo, afectando en primera instancia a los trabajos manuales y más repetitivos, es decir aquellos en los que el empleado aporta menos valor añadido a la empresa.
Este panorama repercutirá sin lugar a dudas en toda la sociedad industrializada, pero todo parece apuntar a que, una vez más, la situación impactará con más fuerza en el colectivo de personas con diversidad funcional. Según el Atlas Laboral de las Personas con Discapacidad 2016, elaborado por Grupo SIFU y la Universidad de Sevilla, sólo un 15% de los españoles con discapacidad poseen estudios superiores, diez puntos por debajo de la población sin discapacidad. 
Está claro que la tecnología y la innovación no solo plantean un nuevo horizonte de posibilidades en todos los campos (en la industria, la medicina, el aprendizaje…), sino que además representan un tren en marcha del que no es posible apearse y que pone sobre la mesa nuevas responsabilidades para todos (administraciones públicas, empresas, trabajadores…). Ante este punto, es de obligado cumplimiento plantearse algunas preguntas: ¿realmente la cuarta revolución industrial pondrá en peligro el mercado laboral? ¿cómo hacer frente a esta tormenta perfecta que innovación y discapacidad pueden protagonizar en un futuro próximo?
Teniendo en cuenta que el nivel educativo tiene una relación directa sobre la empleabilidad de las personas con discapacidad, la inversión en formación tendrá un papel más relevante que nunca para aportar valor añadido y garantizarles un puesto de trabajo, un terreno en el que a fecha de hoy todavía existe un gran margen de mejora. Se trata de un reto y una responsabilidad innegable a la que, entre todos, deberíamos dar respuesta.

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