Alimentos
de km 0, coches eléctricos, cosméticos ecológicos, turismo sostenible… cada vez
más, los consumidores tienden a comprar valores y no productos. Nuestra
sociedad ha empezado a exigirle a las empresas y a los gobiernos un
comportamiento ético, premiando a las firmas que son competitivas en calidad y
en precio, pero también en valores compartidos por el conjunto de la sociedad.
Y es que para poder contar con todos estos elementos y encajar dentro de los
nuevos criterios del consumidor, cada vez más las empresas tienden a generar o
transformar su producto haciéndolo responsable y competitivo.
El
término “Responsabilidad Social Competitiva” engloba esta nueva generación de
empresas en las que, a diferencia de la habitual Responsabilidad Social
Empresarial (RSE), se crea el negocio desde el primer momento situando el
factor social como factor diferencial, pero sin perder nunca de vista la
rentabilidad. En esta línea, el producto o servicio debe generar valor social
por sí mismo y, desde el primer día, cada euro invertido debe contribuir a
crear un mundo mejor. Las empresas socialmente competitivas son, por lo tanto,
compañías que consiguen generar negocio con el factor social como elemento
competitivo, convirtiéndolo en la clave de su éxito.
La
filantropía, entendida como las acciones en beneficio de la sociedad sin
retorno para su promotor, mueve entre el 2 y el 3% del PIB mundial. El sector
público, por su parte, representa una media del 20%. Es sin embargo, el sector
privado, con casi el 80% del PIB mundial, el gran motor capaz de cambiar el
mundo, creando negocios sostenibles, rentables y replicables en cualquier
lugar. Así, la empresa socialmente competitiva es un activo fundamental para
construir un modelo económico sostenible a la par que competitivo.
A
diferencia de lo que muchos puedan pensar, la Responsabilidad Social
Competitiva es un modelo empresarial completamente transversal, que sirve para
cualquier tamaño de empresa y para cualquier sector. Son empresas que aúnan una
excelente gestión empresarial con el factor social o medioambiental, compañías
que sitúan la responsabilidad social en su ADN y no dependen de tener grandes
ingresos para crear un departamento de RSC, pero sobre todo, son empresas que
utilizan este factor social para diferenciarse de la competencia y ser más
competitivas.
Grupo
SIFU, el proyecto al que me incorporé hace más de 20 años, es el ejemplo más
cercano. Gracias a un modelo de negocio
basado en la integración socio-laboral de personas con discapacidad, en 23 años
la compañía ha logrado superar los 4.000 trabajadores –un 85% de los cuales
tiene algún tipo de discapacidad- y posicionarse como una de las principales empresas
especializadas en Facility Services
con presencia en todas las comunidades autónomas. Además de por su contribución
a la sociedad, un crecimiento así solo es posible gracias a la prestación de
servicios competitivos y de calidad. En la misma línea, encontramos empresas
socialmente competitivas en todo tipo de sectores: Triodos Bank es un banco
pequeño pero conocido y rentable, que solo invierte en productos sostenibles; otro
ejemplo es Veritas, una cadena de supermercados con productos 100% ecológicos,
o Som Energia, una empresa eléctrica que solo comercializa con energías
renovables.
La
‘Generación Millennial’ ha demostrado ser una generación preocupada por
conseguir una sociedad más justa y sostenible, pero no por ello han dejado de
ser consumidores exigentes. Ellos, los consumidores del futuro, premiarán a los
negocios sostenibles y sociales, y requerirán al mismo tiempo productos
competitivos en calidad y en precio.
Para ver el artículo en formato digital, ver :
http://www.cateconomica.com/Articulo/Responsabilidad-Social-Competitiva
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